domingo, 31 de octubre de 2004

Cronistas y viajeros en Taburiente

Juan Carlos Díaz Lorenzo
El Paso

El viajero portugués Gaspar Frutuoso, que es probable que estuviera en La Palma en la segunda mitad del siglo XVI, según las apreciaciones del profesor Pedro Nolasco Leal Cruz, escribe en su libro "Saudades da Terra", refiriéndose a la Caldera de Taburiente, que "ésta se llama así porque es una hoya en forma de caldera, de gran profundidad, de 9 leguas de anchura, el mismo número que tiene la Isla por esta parte.

De dicha caldera salen tres grandes arroyos de mucho agua, tan dulce, tan clara y tan sana que no se puede hallar otra como en ella, pues no hace daño a cualquier hora que se tome, sea de noche o de día. (...)".

"Los susodichos tres arroyos salen tan alejados el uno del otro, que los dos del norte distan uno del otro cuatro leguas; uno va directo a la Ciudad y el otro a Los Sauces; el de la Ciudad lleva tanta agua, que mueve seis o siete molinos; aparte de la que se consume conducida por medio de tubos a dicha ciudad. (...)."

"En su interior la Caldera tiene pastos buenos para ovejas, cabras y carneros, del que usan todos los pastores para la alimentación de sus ganados como algo en común; entran allí a principios del invierno por el lado que da a Tazacorte por una entrada, que se hace tan estrecha en la parte alta que por ella no puede pasar más de un hombre; y una vez que el ganado ha entrado por las veredas, ya en su interior, en un lugar muy espacioso y hondo, no puede salir de él y así todo se cría sin necesidad de pastor o guardián alguno; aquí se multiplica copiosamente y se engorda".

Los viajeros, exploradores y científicos, ingleses y alemanes en su mayoría, que llegaron a La Palma a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, y, sobre todo, en igual período del siglo siguiente, quedaron sobrecogidos ante la espectacularidad y la grandiosidad de la Caldera de Taburiente.

George Glas, en su "Descripción de las Islas Canarias 1764" -traducción de Constantino Aznar de Acevedo y publicado por el Instituto de Estudios Canarios en 1982- dice que "esta montaña tiene una hondonada, como el pico de Tenerife; la cima es aproximadamente de dos leguas de diámetro en todos los sentidos, y en la parte interior baja paulatinamente desde allá arriba hasta el fondo, el cual es un espacio de unos treinta acres.

Por las laderas del interior surgen varios riachuelos, los cuales se unen todos en el fondo, y forman una sola corriente a través de un paso hacia fuera de la montaña desde donde desciende, y después de recorrer una cierta distancia mueve dos trapiches. El agua de esta corriente es dañina, debido a estar contaminada por otras aguas de calidad perjudicial, que con ella se mezclan en la caldera".

En 1803 el oficial francés Bory de Saint-Vincent, en otro trabajo de indudable interés traducido por José A. Delgado Luis (1988), describe La Palma y dice que es una isla "muy alta. El centro, donde nieva con frecuencia, está cubierto de bosques oscuros, cuyos pinos producen mucha resina e incluso una madera bastante buena, que se utiliza para construir las barcas que se envían a pescar en las costas de Berbería".

Como hemos comentado en reportajes anteriores, la Caldera de Taburiente sugirió al geólogo alemán Leopold von Buch su teoría de los cráteres de levantamiento. En la edición de su libro "Descripción física de las Islas Canarias", publicado en París en 1836 -la primera edición en español se publicó en 1999, traducido por José A. Delgado Luis, con un estudio crítico de Manuel Hernández González-, dice que "ningún volcán en el mundo presenta un cráter de levantamiento de tan gran circunferencia y de tan sorprendente profundidad. Sería vano el querer subir desde el fondo hacia su cresta, o bajar desde esta alta región al fondo".

"Visto desde arriba -pone especial énfasis-, La Caldera presenta una perspectiva no menos impresionante que desde abajo. Su espantosa profundidad, que entonces se puede abarcar en su totalidad, le dan el aspecto de un abismo tan inmenso que sería muy raro que se encuentre otro igual en la superficie de la Tierra".

Agrega que "masas inaccesibles de muchos miles de pies de elevación la cercan por todas partes" y se pregunta "¿dónde se puede encontrar algo tan prodigioso?, ¿dónde existe un cráter con un círculo tan gigantesco, en el que los roques circundantes descubren al observador, desde una altura tan asombrosa, la naturaleza de las masas ocultas bajo el suelo que pisa?".

En 1850, Pascual Madoz, en el capítulo que dedica a La Palma en su célebre "Diccionario geográfico, estadístico e histórico de España y sus posesiones de ultramar", con estudio introductorio de Ramón Pérez González (1986)", escribe que "la parte Norte puede considerarse como producto de un solo volcán, que en tiempos muy remotos ardió en su centro con tanta o mayor fuerza que el Etna o el Vesubio, y que apagado siglos antes de la conquista dejó allí un cráter o caldera rodeada de lomas o barrancos, que como radios de un mismo centro siguen hasta las costas formando del todo una sola montaña, cuya elevación sobre el nivel del mar (en su pico llamado Roque de los Muchachos) se ha calculado en 8.000 pies de París: montañas cuyas alturas son generalmente quebradas, fragosísimas e intransitables".

Otros viajeros
En 1884, el arquitecto francés Adolphe Coquet describe su visita a la Caldera y escribe que "estamos al borde de una muralla cortada a pico que forma por debajo de nosotros un circo enorme, cráter abierto de 1.000 metros de profundidad en cuyas paredes se apretuja una vegetación tupida de árboles y plantas de todas clases. Este cráter tiene seis leguas de circunferencia, su profundidad da vértigo y está lleno de nubes que se elevan rápidamente con el sol, dejando ver el fondo del abismo, por donde corre un pequeño arroyo. Cabras, pastores medio salvajes y palomas torcaces que pasan volando por el aire son los únicos habitantes de este paraje extraño producido por una gran conmoción volcánica, maravilla olvidada de este rincón perdido de la Tierra, último resto de la Atlántida engullida". La cita corresponde a su libro "Una excursión a las Islas Canarias", traducido por José A. Delgado Luis (1982).

Olivia Stone, que alcanzó el Roque de los Muchachos en su visita a La Palma en 1887, escribe en su libro "Tenerife y sus seis satélites" -traducido por Juan S. Amador Bedford (1995), que "la vista es grandiosa, tanto que, si pudiera transferirse a algún lugar cercano a Inglaterra, pronto se convertiría en una atracción universal. Incluso para nosotros resultaba magnífica, aunque es posible saciarse con tal exceso de bellos paisajes que finalmente empalagan la vista, al igual que ocurre con los caramelos y el paladar. No es posible, creo, disfrutar realmente de ningún paisaje hasta que nos familiarizamos con él, no con la familiaridad de los que han nacido y crecido conociendo sus bellezas, que frecuentemente hace que no lo valoremos, sino con esa familiaridad que surge cuando conocemos algo tras alcanzar nuestra madurez".

"En verdad -escribe Charles Edwardes en su libro "Excursiones y estudios en las Islas Canarias", publicado en 1888 y traducido por Pedro Arbona (1998)-, la Caldera frustra cualquier pluma o lápiz. Su inmensidad desafía al artista, y un escritor ha de estar inspirado para reproducir en otros el efecto que lucha por conseguir. Uno podría hablar de su longitud y anchura, enumerar las montañas que la guardan tan celosamente del mundo exterior, incluso analizar las rocas que accidentan su fabuloso lecho, y contar los milenios que han transcurrido desde que sus profundas llamas iluminaron los precipicios que se hunden casi perpendiculares varios miles de pies desde su borde circular. Pero, después de todo, ¿qué representarían estos áridos datos? Los colores de esta enorme depresión no pueden ser capturados. Es imposible ir más allá de simplemente sugerir los vívidos contrastes entre las tremendas paredes de roca que permanecen a la sombra y aquéllas a las que el sol extrae toda su belleza, al trazar las cristalinas líneas carmesí, púrpura y blancas que las surcan irregularmente desde el pico hasta la base; entre los sombríos troncos de los abetos (sic.), muertos de vejez y nunca tocados por el hacha del leñador, y los jóvenes y lozanos pinos que refulgen bajo el cielo del mediodía con el intenso vigor que da la vida; o entre las dimensiones de esta hondonada, aislada del mundo, y su silencio, rara vez roto por el retumbante estruendo que provocan las avalanchas en su camino hacia las tumultuosas profundidades".

A finales del siglo XIX, René Verneau -influido por la teoría de Buch- se refiere a la Caldera como "un gigantesco cráter de levantamiento. Una erupción, de la que hay que hacer un esfuerzo para imaginar su potencia, hizo surgir desde abajo el núcleo central y lo elevó a la prodigiosa altura de 2.350 metros. Sin duda, el momento en que esta masa enorme comenzó a emerger, se produjo un gran desgarramiento. Una parte del terreno dejó de elevarse, mientras que la otra continuaba su movimiento de ascensión". La cita se encuentra en su libro "Cinco años de estancia en las Islas Canarias", traducido por José A. Delgado Luis en 1981.

En 1911, Florence du Cane, en su trabajo "Las Islas Canarias", advierte que "aunque siempre se ha calificado de muy peligrosa la excursión a la gran Caldera, los naturales se sienten decepcionados si un visitante de la isla no va a admirar su inmenso cráter. Este es, efectivamente, enorme: un vasto hoyo que mide, por algunos sitios, y de un borde al opuesto, de 8 a 10 kilómetros, y unos 2.000 a 2.500 metros de profundidad. Estas dimensiones hacen difícil comprobar que se trata de un cráter, pudiendo fácilmente tomarse por una depresión entre las montañas. Aunque sus murallas son unos grandes riscos grisáceos, los pinares que cubren los declives inferiores de las montañas que se alzan desde el fondo del cráter, y los lugares que en el propio fondo está cubierto de árboles, hacen del conjunto lo menos parecido a un cráter ordinario". Este libro, con su prólogo-introducción correspondiente, fue traducido por Angel Hernández en 1983.

En 1919, Alfred Samler Brown escribe en su guía "Madeira, Islas Canarias y Azores" -traducido por Isabel Pascua Febles y Sonia Bravo Utrera en 2000, que "la Gran Caldera es el fenómeno geográfico de más interés de la isla, una caldera tan inmensa y de unas proporciones tan colosales que con frecuencia goza de su propio clima sin tener referencia alguna a lo que sucede en la isla de la que es parte. Los haouarythes solían decir que el Pico de Tenerife, al que veían blanco y hermoso en el horizonte desconocido, salió de la Caldera durante una erupción volcánica colosal".

Una guía turística
Una guía editada por el Patronato de Turismo de La Palma a comienzos de la década de los años treinta del siglo XX, describe la Caldera en los siguientes términos:

"En La Palma se encuentra la famosísima Caldera de Taburiente, considerada como el mayor cráter del mundo. Es un antiquísimo volcán monógeno, apagado. La sola enumeración de sus dimensiones da idea de su imponente grandiosidad: mide 28.000 metros de contorno, 9.000 de diámetro y 707 de profundidad. Puede decirse que la Isla de La Palma está constituida por este gigantesco cráter, los altos picos que lo rodean y las estribaciones montañosas que de él, por todos lados, bajan hasta el mar.

Aparte del gran interés científico que reviste este cráter sin igual, no se trata, como pudiera creerse, de una inmensa sima u oquedad escueta, desnuda de vegetación. Por el contrario, su valor panorámico es incalculable, pues, además de lo grandioso de su conjunto -difícilmente fotografiable por lo mismo; solamente desde un avión, a gran altura, podría impresionarse su totalidad-, encierra variadísimos e indescriptibles paisajes. Por las imponentes rocas de sus muros desciende el agua torrencial y abundante; insondables abismos las cortan de trecho en trecho; helechos gigantes, añosos y corpulentos pinos trepan por las vertientes de los barrancos, y toda suerte de árboles, arbustos y plantas silvestres forman un incomparable decorado natural de esta maravilla geológica; profusión de aves y animales salvajes la pueblan; en su centro, se conserva erecto un inmenso monolito sagrado, llamado Idafe, que servía de altar a los primitivos indígenas para adorar al dios Abora. Y todo rodeado de un anfiteatro rocoso, en el que se destacan inaccesibles crestas y agujas, frecuentemente blanqueadas por la nieve.

Como desagüe natural de La Caldera, el denominado Barranco de las Angustias, que muere en el mar, junto al pintoresco pueblo de Tazacorte, es de una anchura y una profundidad excepcionales, a tono con el caudal de agua que aquélla vierte por su cauce".

Y agrega, más adelante:

"La Isla de La Palma ofrece la curiosísima particularidad de poseer las mayores alturas en la más reducida extensión superficial. Ninguna otra puede comparársele en este aspecto (…). El panorama que se contempla desde cualquiera de estas alturas es sencillamente maravilloso. A un lado, el escalofriante conjunto de La Caldera; al otro, el bello contorno de la Isla, claramente visible en su total extensión, recortado por las blancas espumas de las olas que rompen en la costa; a nuestros pies, incontables pueblos y caseríos diseminados por el inmenso mapa en relieve que, surgiendo de la lámina azul del mar, se nos ofrece; al fondo, en el lejano horizonte, el elevado perfil, coronado de nubes, de otras islas. Y presidiendo, patriarcal y solemne, este imponderable cuadro natural, la altísima silueta del Teide, nacido, según la musa popular, del ‘crisol de la Caldera’. El recuerdo de lo que se admira desde las cumbres de La Palma es indeleble".

domingo, 24 de octubre de 2004

Donde La Palma muestra su grandiosidad

Juan Carlos Díaz Lorenzo
El Paso

El Parque Nacional de la Caldera de Taburiente muestra una parte importante de la historia geológica insular

La Caldera de Taburiente tiene fama internacional. Desde hace más de ciento cincuenta años, caldera es el término empleado en toda la comunidad científica para definir determinadas estructuras volcánicas y ha sido tomado, precisamente, de este enclave, desde el momento en que empezaron a emplearlo geólogos y naturalistas que visitaron La Palma desde mediados del siglo XIX.

La Caldera de Taburiente muestra una parte importante de la historia geológica de La Palma, lo que la ha convertido en un lugar excepcional para la realización de numerosos estudios. Por esta razón siempre ha despertado un gran interés entre la comunidad científica internacional y, especialmente, entre los geólogos, de ahí que sea la parte de la Isla mejor estudiada en ese sentido. Entre ellos, el primero de gran prestigio que la visitó fue al alemán Leopold von Buch (1774-1853), uno de los defensores más influyentes de la teoría neptunista en geología y que hizo sus estudios basándose en la teoría de los cráteres de levantamiento.

Según el criterio que imperaba entonces, la Caldera se había formado debido al fuerte empuje que el magma profundo ejercía sobre unas coladas, provocando su levantamiento y fractura. Al desaparecer este empuje, la zona central se habría desplomado dejando un enorme espacio libre.

Posteriormente, y bastante avanzado el siglo XX, otros autores plantearon una teoría basada en grandes períodos de actividad magmática intercalados con períodos de erosión del agua y desprendimientos. En la última década de la pasada centuria, las nuevas teorías explican la formación de la Caldera debido a grandes deslizamientos por efecto de la gravedad y el efecto erosivo de las aguas, lo que explicaría los desplomes que han ocurrido en los últimos años, alguno de ellos de considerable magnitud.

El interior de la Caldera presenta unas formaciones geológicas de gran interés, donde se localizan las lavas más antiguas de la isla, componentes del denominado Complejo Basal, como son lavas almohadilladas, magmáticas plutónicas, diques basálticos y aglomerados, hasta las series más modernas de las paredes más verticales, compuestas por coladas, conos volcánicos, diques de basalto recuerdo de las antiguas chimeneas y restos de erupciones explosivas por acumulación de piroclastos de llamativos colores, sobre los que se apoyan algunos llamativos roques.

La Caldera de Taburiente es una inmensa depresión, que figura entre las más grandes del mundo de su tipo, rodeada por un circo de cumbres de unos ocho kilómetros de diámetro, en el que se encuentran las mayores altitudes de la Isla, como son el Roque de los Muchachos (2.426 m), Pico de la Cruz (2.351 m), Piedra Llana (2.321 m), Pico de la Nieve (2.236 m) y Punta de los Roques (2.085 m), entre otros.

Desde estas alturas, el relieve se desploma hacia el interior de la Caldera en escarpes casi verticales no inferiores a 800 metros, hasta alcanzar la cota de 430 metros sobre el nivel del mar en su parte más baja, lo que supone presenciar unos desniveles de aproximadamente unos 2.000 metros.

Por el Suroeste, la Caldera de abre hacia el mar a través del barranco de Las Angustias, que es el desagüe natural de los numerosos arroyos que existen en su interior. Al Sur se encuentra el collado de La Cumbrecita (1.310 m), cabecera del Valle del Riachuelo, que también forma parte del recinto, así como la ladera Sur del Bejenado.

El interior de la Caldera se encuentra surcado por un gran número de barrancos de impresionante belleza y sugerentes nombres, como es el caso de Cantos de Turugumay, Verduras de Alfonso, Altaguna, Faya, Rivanceras, Huanauao…, que confluyen en los dos principales, Taburiente y Almendro Amargo, cuya unión en Dos Aguas es el comienzo del barranco de Las Angustias. El espacio está compartido por numerosas crestas y roques, testigos presenciales de la erosión milenaria, entre las que destaca el monolito de Idafe, considerado uno de los referentes tradicionales de la cultura aborigen.

Además, dentro de la Caldera abundan las fuentes, los manantiales y las cascadas de gran belleza, entre las que destaca la Desfondada, de unos 150 metros de altura, y otra denominada Hoyo de los Juncos, de menor tamaño, aunque con un mayor caudal. Las aguas del barranco de Rivanceras, que nace en la zona del Complejo Basal, presentan un intenso color amarillento-pardo debido a la presencia de componentes ferruginosos, formando interesantes contrastes en la Cascada de los Colores, que es otro de los puntos de referencia más atractivos del enclave.

Clima
Los principales factores que determinan el clima de La Palma son, además del sistema de circulación de los vientos alisios, el relieve, la cercanía del continente africano y la corriente marina del Atlántico, que modera las temperaturas que corresponderían al archipiélago por la latitud en que se encuentran las Islas, razones que influyen en el clima que tiene el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente.

Así, en el interior de la Caldera se pueden encontrar ligeras variaciones climáticas en función de la altitud. En la zona baja (400-800 m) no se producen heladas, llueve poco y casi nunca se registran nieblas; en la zona media (1.000-1.500 m) domina un clima más contrastado en temperaturas, aunque no es frecuente que se produzcan heladas y presenta nieblas abundantes.

Por encima de los 1.500 metros las nieblas son menos habituales y las temperaturas son más frescas. Al superar los 2.000 metros, suele nevar cuando llega el invierno y, a veces, se produce el fenómeno de la cencellada, provocado por los vientos del Norte, que no traen nieve, sino hielo, pudiendo registrarse temperaturas de 10 grados bajo cero. La cumbre se caracteriza por la baja humedad relativa y las lluvias torrenciales en otoño e invierno, y después, por períodos de prolongada sequía.

Considerando el punto de vista geomorfológico, la Caldera es un espacio de excepcional interés y tiene un gran valor paisajístico, además de ejercer un papel fundamental en la captación de aguas y en la reposición freática del subsuelo. La población del pinar canario que contiene en su interior no sólo contribuye al mantenimiento de la biodiversidad, sino que, además, representa uno de los sistemas canarios más genuinos, donde se encuentran poblaciones vegetales amenazadas así como el hábitat único de varios endemismos.

Otros aspectos
La disposición legal que le otorga a la Caldera de Taburiente el rango oficial de Parque Nacional, según lo establecido en el decreto de 6 de octubre de 1954, se expresa en los siguientes términos:

"Indudables son los merecimientos con que ha dotado la Naturaleza al vasto circo montañoso y volcánico, donde se conciertan particularidades geológico-topográficas con las hidráulicas, dando lugar a sugestivos paisajes que se ofrecen en gargantas y barrancos, alternando con elevaciones; colosales piedras de diversos colores, monolitos, que emergiendo entre pinares, se estiran en largas agujas; dislocaciones de las montañas, rotas por la explosión del gran cráter; aguas cayendo en trombas invernales o en maravillosas cascadas; embalses de transparente líquido o el tranquilo discurrir de éste por suaves pendientes, en ocasiones acompañado de sales minerales que al depositarse en los fondos le imprimen un color anaranjado; y todo ello en un escenario de más de 3.500 hectáreas de extensión, de naturaleza brava con violentas emergencias y depresiones en un circo de picos que marcan altitudes de los 2.000 m. con espigones que se adentran en el interior del cono en afiladas proas de caprichosas formas, culminando la altura máxima en el ‘Roque de los Muchachos’, de 2.423 m. de altura.

La flora está caracterizada por el pino de Canarias, que cubre una gran parte de las vertientes de los barrancos, hallándose representadas como especies en tales alturas los tagasastes y codesos, que contrastan en color sobre el fondo negro de la piedra calcinada; retamas de las cumbres, tajinastes, brezos, fayas, laureles canarios y los interesantes y escasos barbuzanos".

Además de la declaración de Parque Nacional en la citada fecha, la reclasificación por la ley 4/1981 de 25 de marzo, sobre el régimen jurídico y la ley 4/1989, de 27 de marzo, de Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestres, que lo reclasificó como parque nacional y resolvió su integración en la red estatal de parques nacionales, existen otros mecanismos legales que apoyan su protección. Así es, por definición, área de sensibilidad ecológica en toda su extensión, de acuerdo con lo indicado en la ley 11/1990, de 13 de julio, de Prevención de Impacto Ecológico. Además, también ha sido declarada zona de especial protección para las aves según lo dispuesto en la directiva 79/409/CEE relativa a la conservación de las aves silvestres.

Por el Este, el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente limita con el Parque Natural de las Nieves y al Suroeste con el paisaje protegido del Barranco de las Angustias y en su interior se encuentra el monumento natural de Idafe, así como un sector del monte de utilidad pública denominado Ferrer, Ladera y Mancha. La antigua Junta Rectora fue sustituida por el Patronato, que, en el año de la celebración del cincuentenario de la declaración del Parque Nacional preside Francisco Sánchez Pérez, ex alcalde del municipio de El Paso, quien, en la actualidad, es el miembro más antiguo del mismo, mientras que la dirección técnica está a cargo del ingeniero Ángel Palomares.

La diversidad paisajística y la riqueza de especies endémicas que existen en la Isla de La Palma, ha permitido la existencia de otros espacios protegidos, entre los que destaca el monte de laurisilva de la Finca del Canal y Los Tiles, declarado Reserva de la Biosfera del Programa MAB de la UNESCO en 1983 -la primera de Canarias-, con una extensión inicial de unas 500 hectáreas, y la ampliación del catálogo de espacios protegidos, con la inclusión, a partir de 1987, de casi una veintena de ellos, cuya declaración ha sido promovida por el Gobierno de Canarias.

Dicho en otros términos, el 35 por ciento de la superficie de la Isla está legalmente declarada Espacio Natural Protegido. Este alto nivel de protección es consecuencia de la excepcional naturaleza de la isla, donde se entremezclan agrestes barrancos de exuberante vegetación con lavas de erupciones históricas, así como imponentes poblaciones de majestuosos pinos canarios.

En relación a la Reserva de la Biosfera, en 1998 se produjo la primera ampliación, que alcanza a toda la comarca noroeste de La Palma, con una extensión de 13.391 hectáreas. En 2002, la UNESCO amplió la citada Reserva al conjunto de toda la isla, así como a los dos espacios marinos protegidos: la Reserva Marina de Fuencaliente, al Sur y el Lugar de Interés Comunitario de la Costa de Garafía, en el Norte.

De la superficie terrestre de La Palma, el 14% está clasificado como zona núcleo de la Reserva; un 36% como zona ‘tapón’ y el 50% restante como zona de transición. El territorio de la primera Reserva de Biosfera de Los Tiles sigue clasificada como zona núcleo, es decir, aquella zona más importante para la conservación del patrimonio natural y la biodiversidad.

domingo, 17 de octubre de 2004

Cincuenta años de identidad natural

Juan Carlos Díaz Lorenzo
El Paso

El Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, creado en octubre de 1954, marca un hito en la historia de La Palma

El Parque Nacional de la Caldera de Taburiente celebra en estos días el cincuentenario de su creación. Ocasión propicia, sin duda, para hilvanar unas líneas sobre la innegable importancia de este prodigioso espacio natural, orgullo legítimo de las generaciones de la Isla de La Palma y admiración de cuantos la visitan.

Un hecho que suscitó entonces un gran interés, y que se ha mantenido en el transcurso del tiempo, por lo que implica de protección de esta singular joya paisajística y ecológica, que contiene y ofrece un paisaje grandioso y espectacular.

La declaración del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente constituye, sin duda, uno de los cinco hitos importantes en la consolidación de los espacios naturales protegidos en España. El primero, en 1918, se refiere a la creación de los parques nacionales de Covadonga -que más tarde daría origen a Picos de Europa- y Ordesa. El segundo, en 1954, lo constituye la declaración de los parques nacionales de El Teide, en Tenerife, y la Caldera de Taburiente, en La Palma.

Es interesante apreciar que entonces habían transcurrido 36 años desde la declaración de los dos primeros y lo cierto es que con dicha decisión, en un escenario social y político diferente, el Gobierno relanzó la política de creación de parques nacionales, con el objetivo de conservar su naturaleza y facilitar el uso y disfrute ciudadano. También, en esta época comenzó a tomar forma la idea de que debían ser unos espacios gestionados para proteger su flora y su fauna.

La declaración del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente aparece en el decreto de 6 de octubre de 1954, publicado en el BOE de 30 de octubre del citado año, con un texto articulado en cuatro puntos. En sus orígenes tenía una extensión aproximada de 3.500 hectáreas, pertenecientes al término municipal de El Paso, siendo sus límites "la línea de cumbres o crestería determinada por los conocidos vértices o picos de la Cruz y Piedra Llana en NE, de la Nieve, de la Sabina y de las Ovejas con el de Bejarano (sic.), éste con el de Idafe y éste con el de Somada Alta por el Sur; para seguir por la cumbre marcada por los picos llamados Roque Palmero y Roque de los Muchachos por el Oeste; cerrando la línea del Norte la cumbrera que enlaza este último vértice con el pico de la Cruz primeramente citado".

El órgano rector del Parque dependía entonces de la Dirección General de Montes, Caza y Pesca Fluvial y tenía su sede en Santa Cruz de Tenerife, estando presidida por el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento, correspondiendo la vicepresidencia al presidente del Cabildo Insular de La Palma. Los vocales serían representantes del Ministerio de Obras Públicas y del Ministerio de Información y Turismo, designados por los titulares de uno y otro departamento; el ingeniero-jefe del Distrito Forestal, en representación de la Jefatura Nacional de Caza, Pesca, Cotos y Parques Nacionales; el alcalde de El Paso; un representante del Cabildo Insular y otro de la propiedad, y tres más nombrados por el Ministerio de Agricultura a propuesta del gobernador civil, "oído el Cabildo de La Palma, entre personas que por sus condiciones y conocimientos estén indicadas para el cargo". El cargo de secretario se delegaba en un ingeniero de sección del Distrito Forestal de Santa Cruz de Tenerife.

La Junta tenía como funciones "cooperar en la conservación, fomento del Parque Nacional y público conocimiento del mismo, pudiendo realizar cuantos actos y gestiones estime procedentes en relación con la propaganda y atracción del turismo nacional y extranjero".

En 1981 se procedió a la ampliación y reclasificación del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, en los términos que recoge la Ley 4/1981, de 25 de marzo (Jefatura del Estado) y publicada en el BOE número 90, de 15 de abril siguiente.

En el articulado de la citada ley se define claramente la protección, zona periférica, Plan Rector de Uso y gestión, planes especiales, colaboraciones, limitaciones de derechos, la creación del Patronato, los medios económicos y la participación de las corporaciones locales.

Los límites del Parque, según se define en el anexo I, son los siguientes:

Norte. Línea de cumbres, lindando con el monte público y término de Garafía, desde la Degollada de Izcagua, por el Roque de los Muchachos y Fuente Nueva, a la Degollada de Franceses, con el monte público y término de Barlovento, desde aquella degollada, al Pico de la Cruz; con fincas particulares del término de San Andrés y Sauces, desde aquí, al vértice de Piedra Llana.

Este. Línea de cumbres lindando con fincas particulares y monte público de Puntallana, desde Piedra Llana a la Degollada del Barranco Seco; con el monte público y término de Santa Cruz de La Palma; desde aquí, por el Pico de la Nieve y Degollada del Río, el vértice de las Ovejas.

Sur. Desde el vértice de las Ovejas y a través del monte público de El Paso, en línea recta a la Vereda de Ferrer, en el barranco de los Cardos, donde cruza el camino vecinal de la Cumbrecita, sigue a lo largo del camino forestal de Ferrer hasta su final, y por la curva de nivel de 1.300m, hasta el Lomo de los Caballos, en las faldas del Pico de Bejenado.

Oeste. A partir del Lomo de los Caballos, en la cota 1.300, en las faldas del Pico de Bejenado hacia la barranquera del Caballito, atravesando el barranco formado por la confluencia de los de Almendro Amargo y Rivanceras, hacia la Fajana de las Gamonas, donde existe una construcción de hormigón con una cruz y desde allí a la Somada Alta; de aquí, por línea de cumbres, lindando con el monte público y término de Tijarafe, por el Roque Palmero a la Degollada de Garome, y de aquí, con el monte público y término de Puntagorda, por el Morro de la Crespa a la Degollada de Izcagua.

En el anexo II se detallan los límites de la zona periférica de protección, que son los siguientes:

Norte. Desde el vértice de las Moradas en Garafía hasta la Fuente de Corcho en el límite de Barlovento, y desde este punto en línea recta a través de los términos de Barlovento, San Andrés y Sauces y Puntallana a la Casa Forestal.

Este. Desde la Casa Forestal en Puntallana y en línea recta a través de los términos de Santa Cruz de La Palma y Breña Alta hacia el vértice del Reventón, en el límite de El Paso y desde aquí, siguiendo la divisoria de estos términos hasta el refugio de El Pilar.

Sur. Desde el refugio de El Pilar en línea recta hasta montaña de Enríquez y desde aquí al punto donde el camino de la Cumbrecita corta el monte público de El Paso, desde donde gira hacia el Oeste en línea recta a la montaña de Yedra y La Viña.

Oeste. Desde La Viña y en línea recta hacia el Norte hasta Hoya Grande en el límite de Tijarafe y El Paso, y desde aquí por el término de Tijarafe en línea recta hasta la cota 2.000 en el barranco de la Caldereta y desde aquí en línea recta a través de Puntagorda hasta llegar a las Moradas de Garafía.

Plan Rector
El Plan Rector de Uso y Gestión (PRUG) del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente se aprobó mediante real decreto 1410/86, de 30 de mayo y se publicó en el BOE número 162, de 8 de julio de 1986. La superficie total aumentó a 4.690 hectáreas.

En el citado documento se definen los objetivos generales del Parque Nacional, establecidos de acuerdo con el espíritu de la Ley de Espacios Naturales Protegidos, con el régimen jurídico propio del Parque y con la filosofía de Parque Nacional de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, en los siguientes términos:

1.- Proteger el paisaje, la integridad de la fauna, flora y vegetación autóctona, la gea, las aguas y la atmósfera y, en definitiva, mantener la dinámica y estructura funcional de los ecosistemas existentes en el Parque.

2.- Proteger los recursos arqueológicos y culturales significativos del Parque.

3.- Restaurar, en lo posible, los ecosistemas alterados por la actividad humana, sin perjuicio de los objetivos anteriores.

4.- Garantizar la persistencia de los recursos genéticos significativos, especialmente aquellos en peligro de extinción.

5.- Eliminar, lo antes posible, los usos y derechos reales existentes en el territorio del Parque, incompatibles con los objetivos anteriores.

6.- Facilitar el disfrute público basado en los valores del Parque, haciéndolo compatible con su conservación.

7.- Promover la educación ambiental y el conocimiento público de los valores ecológicos y culturales del Parque y su significado.

8.- Integrar la gestión del Parque Nacional en el contexto general de la Isla.

9.- Promover el desarrollo socioeconómico de las comunidades asentadas en la periferia del Parque.

10.- Aportar al patrimonio nacional y mundial una muestra representativa del ecosistema primigenio del pinar canario con alto nivel de flora endémica, en un marco de especiales características fisiográficas, participando en los programas internacionales, preferentemente europeos, de conservación de la naturaleza.

Para hacer compatibles en el espacio la protección de los recursos naturales y culturales, con el uso y disfrute públicos, el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, clasificado como suelo no urbanizable de protección especial, está dividido en cuatro tipos de zonas definidas:

Zona de reserva. Ocupa una superficie de 1.071 hectáreas, que representa el 22,8% de la superficie total del Parque. Su objetivo es preservar un área o elementos naturales que sean frágiles, únicos, raros, amenazados o representativos. No tendrán acceso interno libre (sólo con propósitos científicos o de control de medio ambiente) y se excluye el uso de vehículos motorizados. Su gestión puede ir desde la abstención hasta el manejo directo.

Zona de uso restringido. Es la zona más amplia, con una superficie de 2.511 hectáreas, que supone el 53,54% del total del Parque Nacional. Ocupa toda la franja que bordea las cumbres de la Caldera que son su límite exterior, e interiormente está delimitada por la zona de reserva desde la Cumbrecita hasta el barranco de Almendro Amargo, y desde aquí hasta el término del Parque en la zona suroeste, sus límites son: desde el barranco de Almendro Amargo hasta donde confluyen el de Taburiente y Verduras de Alfonso, continúa por el primero hasta el barranco de Hoyo Verde y ascendiendo por éste hasta la cota 1.200, siguiendo por ella, en dirección Suroeste, hasta el límite del Parque.

Es un área natural que ha recibido una mínima alteración causada por el hombre, y para preservar su ambiente natural sólo se permite un uso público moderado, encaminado fundamentalmente a la educación ambiental y el estudio científico.

Por su dificultad de acceso, esta zona, de una manera natural, ya está restringida al uso público. Como infraestructura únicamente existen los caminos de La Cumbrecita a Taburiente y de éste a Los Cantos de Turugumay, además de los servicios para el mantenimiento de las galerías de agua.

Zona de uso moderado. Está dividida en dos sectores con una superficie total de 1.093 hectáreas, que representan el 23,31% de la superficie del Parque. En esta zona están contenidas las áreas que han sufrido una mayor alteración por causa de la actividad humana. En ella se encuentran los caseríos de Tenerra y Taburiente, con sus tierras de cultivo agrícola y otros pequeños enclaves (Morro Colorado, El Capadero), donde hasta épocas relativamente recientes se realizaban prácticas agrícolas. Son áreas capaces de soportar el recreo al aire libre y actividades educativas (sin construcciones mayores que dañen el paisaje). Se tolera un moderado desarrollo de servicios destinados al uso de los visitantes (unidades de interpretación).

Zona de uso especial
Esta zona comprende dos pequeños enclaves en la zona de uso extensivo, que suman una superficie de 15 hectáreas, que representan el 0,32% de la superficie total del Parque. Se encuentran situadas, una en el interior de la Caldera y abarca terrenos anexos al caserío de Taburiente y los terrenos de El Capadero, donde se encuentra la actual zona habilitada para la acampada. La otra, en el collado de la Cumbrecita, punto de acceso a la Caldera por el barranco del Riachuelo y lugar de concentración de algo más del 90% de los visitantes del Parque Nacional, que en 2003 ascendió a la cifra de 377.726 personas. Se trata de zonas de reducida extensión, donde se ubican los servicios esenciales para la administración del Parque y algunos destinados al uso de los visitantes.

Con la promulgación de la Ley 4/1989, de 27 de marzo, de Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestres, se volvió a reclasificar como Parque Nacional y se integró en la red estatal de Parques Nacionales.

viernes, 1 de octubre de 2004

El vapor "Valbanera" viaja a la eternidad

Juan Carlos Díaz Lorenzo
Santa Cruz de La Palma

El 24 de septiembre de 1919 se celebró en La Habana, en la iglesia de San Felipe, un solemne funeral oficiado por los Padres Carmelitas Descalzos en sufragio por las almas de los pasajeros del Valbanera.

Ante un enlutado catafalco, adornado con atributos de la Marina, la misa de réquiem, cantada con orquesta, contó con la presencia del embajador de España, cónsul de España, Obispado, todos los centros regionales y el Casino Español, representaciones de la Marina cubana mercante y militar; un amplio elenco religioso, las dotaciones de los barcos surtos en puerto, representantes de la prensa del país y los familiares de los pasajeros y tripulantes del Valbanera residentes en Cuba, además de un inmenso gentío de fieles, tratándose de "una imponentísima manifestación de fe católica y de condolencia a los familiares de los náufragos.

El pueblo de La Habana ha probado que ama y cree en la vida perdurable", destaca Diario de la Marina. La Lonja de Comercio suspendió sus operaciones y pidió el cierre del comercio habanero en señal de duelo durante el tiempo que durasen los actos religiosos.

La misa solemne de réquiem de Perosi estuvo presidida por el vicario provincial de los Carmelitas en Cuba y prior del convento de San Felipe, fray Florentino del Sagrado Corazón de Jesús, ayudado por fray Mateo de la Santísima Trinidad y fray Ignacio de San Juan de la Cruz, miembros de la misma orden. En el coro, además de las numerosas voces seglares, participaron también los carmelitas fray José Luis de Santa Teresa, fray Eusebio del Niño Jesús y fray Valentín, así como los sacerdotes cantores de las diferentes comunidades de La Habana, dirigidos por fray Hilarión de Santa Teresa, superior de los Carmelitas de Matanzas.

El día 26, Gaceta de Tenerife publicó una noticia que dio un vuelco en el corazón de muchos familiares de los pasajeros del Valbanera: "Llegada a La Habana de supervivientes". El alcalde de Santa Cruz, Esteban Mandillo, se hizo eco ante la prensa local de un radiograma recibido desde La Habana vía Barcelona, a través de la Asociación de Capitanes y Pilotos Mercantes, interesándose ante la casa Pinillos para que telegrafiara con urgencia los nombres de los supervivientes y cuantos detalles se conozcan "por ser grandísimo el interés que hay en esta población".

Sin embargo, al día siguiente, se desmintió la noticia, lo que hizo hundir aún más los ánimos de los familiares y amigos de las víctimas.

De los muchos gestos de solidaridad expresados en aquellos días, destaca la noticia de que el comandante del cañonero Infanta Isabel, teniente de navío Ángel Cervera, de apostadero en el puerto tinerfeño, abrió una suscripción a bordo del buque de su mando "para llevar recursos para las familias pobres de todos los emigrantes, clases y marinería y asimilados, que hayan perecido en el naufragio".

En La Palma, la tragedia del Valbanera adquirió tintes dramáticos, afectando especialmente a la familia de Agustín Benítez Rodríguez, que había sido secretario del juzgado de la capital palmera y de su hermano José, director del periódico El Mercurio, de La Habana, pues hacía apenas tres años, en marzo de 1916, que habían perecido cuatro de sus miembros en el naufragio del Príncipe de Asturias y ahora se repetía la escena, con otros cinco miembros, en la catástrofe del Valbanera.

En la tragedia del Príncipe de Asturias desaparecieron la madre de Agustín Benítez, sus hermanos Pino, en delicado estado de salud, y Ezequiel, éste último recién casado hacía dos semanas, así como su futuro cuñado y novio de la primera, quienes pretendían contraer matrimonio tan pronto como su prometida se restableciera de su enfermedad; mientras que en el Valbanera encontraron la muerte su hermana Francisca Benítez Rodríguez, así como sus tres hijos, Juan, Carmen y María del Pino, de seis, dos y un año de edad, respectivamente, que iban a reunirse con su esposo y padre, Diego Martín Pérez, residente en La Habana desde hacía un año; y su cuñada Isabel Perdigón Álvarez, viuda de Ezequiel Benítez, que iba a encontrarse en Ciego de Ávila con su hermano Juan Perdigón.

Otro de sus hermanos, Jerónimo Perdigón, residente en Icod de los Vinos desde hacía unos años, donde tenía establecido un comercio, confirmó al periódico La Prensa el embarque de su hermana en el vapor Valbanera en viaje a La Habana.

En Santa Cruz de La Palma embarcaron 116 pasajeros, de los cuales, al llegar a Santiago de Cuba, sólo seis de ellos manifestaron su deseo de continuar viaje hasta La Habana en el barco, entre los que figuraban los cuatro citados.

El 6 de octubre se celebró un solemne funeral en la parroquia matriz de El Salvador, en la capital palmera, que contó con la presencia de las autoridades insulares, una comisión militar, el cuerpo consular acreditado en la isla, así como representantes de la compañía Pinillos Izquierdo y un numeroso público, "que concurrió a elevar sus preces al Señor por todos los desaparecidos, y testimoniar, una vez más, el hondo sentimiento que tan terrible desgracia ha producido".

El día 10, un mes después de la fecha supuesta del hundimiento del Valbanera, se celebró otro funeral en la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, en Santa Cruz de Tenerife, que estuvo presidido por el alcalde de la ciudad, Esteban Mandillo y las primeras autoridades militares y religiosas, oficiando el ilustre arcediano Santiago Beyro Martín, quien pronunció una "oración muy elocuentísima". El pueblo de Santa Cruz se volcó de lleno en el acto religioso, acordándose que el importe de la colecta se destinase al pago de misas mensuales en sufragio por el eterno descanso de las almas de las víctimas del Valbanera.

La Marina de Guerra cubana se movilizó desde los primeros momentos en busca del Valbanera o, en su caso, de los supervivientes o restos que permitiesen llegar a una conclusión definitiva. Pese a todos los esfuerzos, los resultados fueron negativos. Los cañoneros Cuba y Patria se hicieron a la mar cuando amainó el temporal y, en unión de un destructor de la Marina de Guerra de EE.UU., realizaron las primeras misiones de rastreo.

En los últimos días de octubre llegó a Cádiz el representante de Pinillos, Izquierdo y Cía. en San Juan de Puerto Rico, Álvaro Trigo, quien confirmó que el casco del Valbanera se encontraba efectivamente, en Rebecca Shoalds, en las proximidades de la Isla de Tortuga.

Según sus palabras, el Valbanera tenía el casco desgarrado por estribor y con un enorme boquete en la proa. Cerca del liner español se encontraban los restos de un velero americano que, asimismo con la proa destrozada, se presumía que también habría colisionado con el Valbanera durante el ciclón. ¿Era cierta esta versión? Se trataba, por supuesto, de una de las muchas que circularon durante aquellos días.

Pinillos, Izquierdo y Cía. informó en diciembre de 1919 que estaba negociando con una empresa de salvamento establecida en Jamaica la realización de estudios para el reflotamiento del Valbanera y, en caso de resultar imposible, rescatar al menos los cadáveres que se encontraban en su interior para su traslado a La Habana y darles sepultura.

Sin embargo, no se alcanzó un acuerdo, como tampoco con otras empresas especializadas de EE.UU. y, por último, se estableció contacto con la Compañía Cubana de Salvamentos. Por entonces, la compañía Pinillos declaraba que no le interesaba el reflotamiento del barco y sí la recuperación de los cadáveres de los pasajeros y de los tripulantes.

Las conversaciones tampoco dieron resultado y, finalmente, una empresa española solicitó realizar los trabajos previos a un detenido reconocimiento del casco, pero, como en los casos anteriores, no se alcanzó un acuerdo y poco a poco el Valbanera dejó de ser noticia, aunque memoria de la tragedia se ha mantenido en el tiempo.

En abril de 1924, después de otro temporal, los palos del Valbanera que todavía sobresalían por encima de la superficie del mar desaparecieron para siempre. Pasaron casi veinte años y en 1942 la U.S. Navy desguazó algunas planchas del costado de babor del pecio para reforzar blindajes navales.

En 1963, otro temporal removió las arenas movedizas que invaden los restos del Valbanera y dejó al descubierto la hélice de babor, que se encontraba a menos de seis metros de profundidad "y brillaba muchísimo". Uno de los chatarreros de la zona especializados en naufragios, Ted White, procedió a su extracción mediante una carga explosiva en el eje de la hélice, para después cortar las palas con un soplete e izarlas a la superficie con la ayuda de la grúa de una pontona. Las palas, según testigos presenciales, se vendieron a un anticuario de Miami.

El temporal azotó la costa norte de Cuba durante la noche del 9 al 10 de septiembre, es decir, cuatro días después de que el Valbanera hubiera salido del puerto de Santiago. Parece poco probable, asimismo, que el capitán Ramón Martín Cordero tuviera información en ese sentido de las autoridades portuarias cubanas. De haberlo sabido, resulta lógico pensar que hubiera preferido permanecer en puerto.

Extendido sobre el norte de la isla de Cuba, el ciclón tropical, característico de la época del año, dejaba sentir toda su furia sobre la ciudad de La Habana y sus aledaños. "Está descargando una tempestad sobre esta capital, desde esta madrugada, además de la lluvia es muy imponente el aspecto del litoral a causa del mal tiempo reinante, semejando un ras de mar las olas se estrellan sobre el malecón pasando el muro y bañando las avenidas del golfo. Un aerograma recibido al mediodía de ayer, por todos los buques, y estaciones radiográficas, anunciaba la presencia de un huracán, cuya velocidad se hacía ascender a 56 millas por hora, aumentando en intensidad, a medida que se acercaba más a las costas de Florida".

En todo caso, si el capitán Martín Cordero estaba informado de que en el Golfo de México se fraguaba un vórtice de mucha traslación e intensidad, debió medir y conocer bien todas las cuestiones y ahí surgió la terrible duda, cuanto más injusta, pues nunca se conocerán las razones exactas. ¿Debió salir de Santiago o, por el contrario, quedarse en puerto?

Se deduce que el capitán calculó que disponía de tiempo suficiente para alcanzar el puerto de la capital cubana antes de que el vórtice entrase en la costa Norte de la Isla. Entonces se hizo a la mar el Valbanera con 488 personas a bordo, entre pasajeros y tripulantes. Y lo hizo con las mejores condiciones de navegación y seguridad para el breve viaje: con una gran reserva en la flotación y a media carga. Se le vio navegar hacia el Oeste, por la costa septentrional de Cuba, después de haber remontado Punta Maisí. Testigos presenciales aseguraron que "iba fuerte y apretando fuegos" para entrar cuanto antes en La Habana.

Pero el ciclón corrió y pudo más. El mal tiempo comenzó a escorarlo y según afirmó el capitán de un correo británico que pudo entrar en el puerto habanero, cuando lo cruzó frente a las costas de Caibarién, el temporal se le echaba encima al Valbanera y éste, muy tumbado, forzaba y seguía a toda máquina para alcanzar el Morro al anochecer.

Ya era de noche cerrada cuando desde el castillo de Los Tres Reyes se avistaron las luces de un barco. A las cuatro de la madrugada, el capitán del Valbanera "pasó un aerograma a la Capitanía del Puerto pidiendo informes sobre si podía arribar al Puerto, contestándosele que esperara el día, y que se presentara para ser abordado por el práctico. El barco se mantiene fuera sin que se atreva su capitán a entrar".

Las señales de prohibición indicaban que el puerto se encontraba cerrado a la navegación y por morse se le transmitió la noticia y por el mismo medio contestó que trataría de capear el ciclón mar afuera, que ya era entonces un auténtico hervidero.

¿Era, en realidad, el Valbanera el barco que se acercó a La Habana?

Parece probable que el capitán Martín Cordero intentara alcanzar uno de los puertos de Florida mientras capeaba el temporal. Debió arrumbar al Norte, pasando al Oeste de Dry Tortugas y luego dirigirse a Tampa. El viento huracanado abatió al Valbanera sobre los cayos. Todos los indicios apuntan a que el naufragio se produjo de forma muy rápida, desde el momento en que el barco embarrancó en la arena y las grandes olas lo sepultaron. Es posible, además, que perdiera la antena de la telegrafía, por lo que no pudo emitir ninguna señal de socorro. Sin embargo, todo son suposiciones, porque no hubo supervivientes ni tampoco investigaciones oficiales.

En la noche del 9 de septiembre, y amenazado por la virulencia del ciclón, recaló de arribada forzosa en el puerto de Cienfuegos el guardacostas Hatuey, en el que viajaba el presidente de la República de Cuba, general Mario García Menocal, escala imprevista de un viaje oficial al oriente del país.

A medida que iban transcurriendo los días se fueron conociendo, aunque muy distanciados unos de otros, más detalles sobre la tragedia y nombres y más nombres. Desde luego, se sabía con certeza que la tripulación había desaparecido en su totalidad y el interrogante iba poco a poco aclarando identidades.

En la noche del 26 de septiembre, el alcalde de la capital tinerfeña, Esteban Mandillo Tejera, recibió un telegrama procedente de Barcelona que decía:

"Radiogramas publicados periódicos sobre llegada náufragos a La Habana desgraciadamente carecen de fundamento. Algunos pasajeros destinados a La Habana desembarcaron en Santiago de Cuba. Para detalles preguntar gerencia de Pinillos en Cádiz. Rómulo Bosch".

El 28 de septiembre arribó al puerto de Santa Cruz de Tenerife el trasatlántico Barcelona, también de la flota de Pinillos, procedente de La Habana. Hubo expectación, pero el capitán y los oficiales sólo sabían lo que habían captado por la telegrafía. Lo que sí se sabía con firmeza era que el Valbanera había desaparecido.

Al día siguiente se recibió en la capital tinerfeña el primer telegrama de los desembarcados en Santiago de Cuba. Venía firmado por José Ramos -abuelo materno de Juan Manuel García Ramos-, Zoilo Zamorano, José González y Manuel Ledesma y, fechado en Ciego de Ávila, estaba dirigido a Cristóbal Ramos, en Valle de Guerra.

Unos recibieron así un gran alivio, entre ellos la familia Hernández de Paz, de Fuencaliente de La Palma, bisabuelos maternos del autor, uno de cuyos hijos, Antonio, de 18 años, figuraba entre los pasajeros que habían desembarcado en Santiago aunque había pagado el pasaje hasta La Habana. Pero otros no lo pudieron celebrar. La tragedia se había consumado.

Bibliografía
- Díaz Lorenzo, Juan Carlos. La Palma, escala en la ruta de América. Madrid (2001).

- García Echegoyen, Fernando. El misterio del Valbanera. Madrid (1997).

- López Isla, Mario Luis y Vázquez Seara, Esther Lidia. Valbanera. El Titanic de la emigración canaria (en la prensa de la época). Santa Cruz de Tenerife (2000).